¿Quién no ha sufrido alguna vez en su vida un episodio de ardor de
estómago tras una comida especialmente copiosa?
Sin ir más lejos, quizá
en estas fechas que acabamos de pasar, tan propicias a las grandes
comilonas y otros excesos, haya sufrido alguno.
Los síntomas son inequívocos: una sensación de quemazón o ardor que
comienza en la boca del estómago y llega hasta la garganta, la
percepción de que la comida vuelve a la boca, especialmente al agacharse
o recostarse, un sabor ácido en la boca...
Es molesto y desagradable pero, si se trata de un hecho puntual, desde el punto de vista de salud no es algo inquietante ni peligroso.
Sin embargo, otra cosa es que el episodio se repita al menos un par de veces a la semana y se prolongue en el tiempo. En ese caso se trata de una enfermedad con nombre y apellidos: reflujo gastroesofágico (RGE), que en España sufre el 16% de la población.
Al ingerir alimentos, éstos pasan del esófago al estómago, que produce los ácidos que ayudan a descomponerlos para su digestión. Estos ácidos nos permiten digerir las proteínas y prepararlas para que las enzimas las separen en aminoácidos. El esfínter del esófago (un anillo de fibras musculares en la entrada del estómago llamado cardias) se cierra como una válvula una vez ha pasado por él la comida, evitanto así que los ácidos gástricos pasen al esófago. Pero cuando esto no ocurre, el ácido penetra en el esófago junto con la comida y notamos esas sensaciones conocidas de forma común como "ardor" o "acidez" de estómago.
A quienes sufren sus molestias les basta con ir a la farmacia y les dispensarán un medicamento sin receta (¡hasta se anuncian en la tele!) que, como por arte de magia, consigue aliviar los síntomas.
Los médicos también recurren a los medicamentos para tratar el reflujo gastroesofágico. El omeprazol es uno de los fármacos clásicos, hasta el punto de que es un auténtico "superventas" en nuestro país (el segundo principio activo más prescrito, sólo por detrás del paracetamol). Sin embargo, este medicamento no está exento de efectos secundarios, algunos de ellos muy serios (de los que me comprometo a hablarles en Tener S@lud, pues el tema es inquietante).
Y otro aspecto más de fondo: la mayoría de los medicamentos contra el ardor de estómago actúan disminuyendo la acidez gástrica.
¡Pero esos
ácidos del estómago están ahí para algo! Y ese algo es nada más y nada
menos que para permitir la digestión.
Y si hay menos ácidos, la
digestión se ve claramente comprometida.
Así que el consejo es claro: mucha prudencia con los fármacos antiácido a largo plazo.
Así que el consejo es claro: mucha prudencia con los fármacos antiácido a largo plazo.
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