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lunes, 12 de enero de 2015

Desde que nacen, frente a la tele.


A menudo hablo en Tener S@lud sobre la necesidad absoluta de tomarse el tiempo necesario a la hora de escoger los alimentos, preparar las comidas, sentarse a la mesa, comer sentado, masticar...

Una comida no puede ni debe durar menos de veinte minutos. Y es que ése es el tiempo necesario para que el estómago envíe al cerebro la señal de "bien, ya estoy lleno".

Si come en menos de veinte minutos, puede sentir físicamente el estómago lleno, pero no tendrá esa agradable sensación de haber comido bien, que además es parte esencial para garantizar la ausencia de apetito hasta la próxima comida.

Ahora bien, en este proceso de comer bien, es imprescindible que haya una coherencia entre sus sentidos. Recuerde que el primer órgano del hambre son los ojos. Ellos son quienes, al ver el alimento, activan el trabajo preparatorio del estómago, estimulan las glándulas salivares, excitan las papilas gustativas, teledirigen al cerebro para que escoja los platos y las porciones...

Si come con los ojos pegados al televisor, al ordenador, al smartphone o incluso ante un simple periódico, pierde el control de lo que absorbe: deja de notar el sabor, no domina las cantidades...

Según un estudio de TNS Sofres para el Sindicato Francés de Alimentos Infantiles (SFAE, por sus siglas en francés) elaborado en noviembre de 2013, el 15% de los bebés de 15 días ya come viendo la tele. Y el fenómeno no hace más que aumentar con la edad: el 29% de los niños de entre 0 y 3 años come delante de una pantalla.

En nuestro país los datos no son mejores. Un estudio de la Generalitat Valenciana sobre la influencia de la televisión en los niños y jóvenes ya puso de manifiesto en 2007 cifras tan llamativas como que los menores suelen ver la televisión mientras comen, ya sea desayunando (49%), al mediodía (40%) o en la merienda (26%). 






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